GORRIA
Después
de una obligada ausencia, vuelvo a “pues iremos”, quizá no con la frecuencia
que lo hacía antes pero si quiero adquirir el compromiso de publicar por lo
menos algo cada mes.
Quiero
agradecer a una persona muy especial el ánimo y fuerza que me ha dado para
volver, ella ha conseguido que vuelva a golpear el teclado, algo que pensé no
volvería hacer. Gracias.
La
ocasión lo merecía, la compañía más, así que directos al Gorria a celebrarlo
que en la vida siempre tenemos algo que celebrar y si no fuera así, un consejo generalista
“inventaros el motivo”.
Gorria es
un clásico de la ciudad, uno de los inmortales de Barcelona y también uno de
esos restaurantes que al menos en mi caso, con tanta oferta, tanta novedad, en
ocasiones nos olvidamos hasta de su existencia.
Inaugurado en 1977, su entrada y las
fotografías allí presentadas nos dan una imagen de las personalidades, famosos y
famosillos que han pasado por sus mesas; fue un grande y después de mi visita
tengo que decir que, bajo mi humilde opinión, sigue siéndolo.
No
buscan la complicación y su cocina se sigue basando en una gran premisa, quizá
la más importante, la materia prima, y ésta, sigue siendo de primera, excelente.
Un
par de aperitivos, como mandan los cánones.
De
primero unos extraordinarios pimientos rellenos de txangurro sobre los cuales se
me podrían terminar los adjetivos y que, una vez ingerido el primer trozo, se me
pasó por la cabeza pedir un txangurro que vi en la carta como segundo.
Afortunadamente fui prudente y no lo hice, pero os diré que está pendiente para
la ya cercana próxima visita.
Seguimos con unas
patatas con foie y mollejas de pato. Más de lo mismo, quizá mejor, y todo con una
salsa de reducción de Pedro Ximenez que te hacía devorar el pan.
Un día de inspiración que pides y aciertas, o seguramente aciertas siempre
porque todo tiene gran calidad. Opto por lo segundo.
De segundos, un
Cordero del Roncal: sensacional, tierno, sabroso, meloso, un gran acierto que
solamente pedirlo ya nos dieron su clasificación “extraordinario”. Y es que en
el valle del Roncal, independientemente del queso, tienen este cordero con marca
de calidad diferenciada, y que reconociendo las virtudes del lechazo de
castilla, éste nada tiene que envidiarle.
Siguió un
chuletón Vera del Bidasoa, sobre el que nada tengo que decir, ni siquiera
discutir si era buey o vaca vieja. Lo que sí es cierto es que estaba
extremadamente tierno, sabroso y con un color extraordinario, servido casi
crudo en una fuente caliente y con un plato de patatas fritas. Vale la pena
ir a comer la chuleta del Gorria, de verdad.
Siempre
que hablamos de la cocina navarra, automáticamente se nos viene a la mente la
excelencia de sus productos, esa quizá es la base de su éxito y fama, pero para
ello hay que reconocer que sus gentes, a lo largo de la historia, se han
preocupado por recuperar, mantener y promover los productos autóctonos y
elaborarlos con métodos tradicionales. Sus verduras, sus carnes, pescados del
Cantábrico, en fin, quizá la comunidad autónoma que más acontecimientos
gastronómicos celebre durante el año. No es una afirmación pero realmente lo
saben vender.
Al
tratarse de una cena no hubo posibilidad de probar los postres, la cena fue copiosa
y como de lo que se trata es de disfrutar y poder dormir, pasamos directamente al
café.
Para
beber un Gramona Rose, excelente cava 100% Pinot Noir que nos encantó.
Hasta
aquí el relato de una entrañable velada, en uno de los clásicos de la ciudad al
que tenía olvidado y con el que afortunadamente me he reencontrado. Por muchos
años.
GORRIA c/Diputación, 421 · 08013 Barcelona · Telf. 932451164
Comentarios
No saps com m'alegra llegir-te. No vai rebre cap mail teu després del que et vaig contestar el dia q em van operar i em tenies preocupat.
I et vaig escriure al mail de telefonica.net i em va donar error.
En fi... que m'ALEGRO de llegir-te....
Una abraçada!!!
Suposo que tu estàs perfecte de lo teu, no?
Una abraçada